La bóveda de Rodrigo Gil_07 Print E-mail

EL TALLER

En la escuela de Arquitectura de Madrid, en el marco de la asignatura taller de Construcción Gótica, tuvimos ocasión de reproducir la bóveda del cimborrio del Colegio Mayor del arzobispo Fonseca de Salamanca. El modelo de la bóveda a construir tendría 3 m. de lado lo que aproximadamente sería un tercio del tamaño real de la bóveda. La construcción comienza con el dibujo de sus monteas, es decir, los dibujos a escala natural de la planta y de la sección de la bóveda. Hoy día es bien conocida la existencia de este tipo de dibujos, imprescindibles para la construcción de una bóveda. Numerosos estudios se viene publicando relativos a este tema, las monteas, hoy día, se han convertido en sí mismas en un objeto específico de investigación. Por tanto, la oportunidad de llevar acabo uno de estos dibujo es experiencia extraordinaria.

LAS MONTEAS

La montea de una bóveda de crucería consiste en el dibujo de su planta, o una porción significativa de la misma, y de su sección o, más concretamente, la elevación de sus arcos y el dibujo de las claves en su correcta posición en el recorrido del arco. En la planta se localizan y se dibujan con detalle las claves, mostrando con toda exactitud el dibujo de su planta (proyección horizontal) determinando con precisión la longitud y forma de sus brazos. En esta bóveda pudieron localizarse dos tipos de claves, aquellas en que los nervios se cruzan limpiamente, es decir los cruceros, y las claves con cilindro central para facilitar la conexión de los nervios [Fig. 6, 6c].

En la sección, han de dibujarse las claves [figs. 6]. Como veremos a continuación, el alzado de las claves de esta bóveda es de una complejidad fuera de lo común; en primer lugar, cada clave ha de dibujarse teniendo en cuenta el volumen prismático que la contiene, no sólo para elegir un bloque de piedra adecuado, sino también porque su plano horizontal superior o inferior, servirán como referencia para determinar los ángulos con que cortar los lechos de sus brazos, cada uno de ellos con su inclinación correcta. En esta bóveda, como en muchas otras de Rodrigo Gil, algunas de las claves son de una enorme complejidad, señalemos al respecto la clave intermedia del ojivo de ocho brazos, dos de los cuales enlazan con el propio ojivo y seis se unen a nervios combados, curvos o rectos de sección revirada o recta. Otra clave extraordinariamente compleja es la clave inferior de los terceletes, en este caso de seis brazos, dos de ellos del tercelete y los otros cuatro enlazando con nervios combados [fig. 6d, 6i]

Controlar la forma de una de estas claves requiere una visión espacial extraordinaria. Pensemos que, en sección, cada brazo parte en una dirección diferente: unos hacia arriba, otros hacia abajo, y además, en planta, unos son rectos otros curvados. El dibujo que se muestra en la Fig. 7 puede dar idea de la extraordinaria complejidad de las monteas de las claves, absolutamente imprescindibles para poder procede a su labra. Estos dibujos ponen de manifiesto el altísimo nivel alcanzado por la geometría de origen medieval al llegar al siglo XVI. La correspondencia entre planta y alzado, herramienta geométrica que ha permitido la construcción de la bóveda de crucería desde la profunda Edad Media, ha alcanzado ya el máximo nivel. [...]

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